–Porque es romántico –me defiendo.
Pero llevas razón. No hay nada romántico en esta vela con forma de fruta que quema el aire entre las dos. Ni en esta cena que seguramente nos sentará mal. Ni tampoco, tienes razón, en este empeño mío de invitarte al restaurante donde celebramos nuestro primer aniversario. Seguramente lo nuestro sea ya pavesa y ceniza. Por eso me inclino sobre la mesa.
–¿Qué haces? –preguntas desde el otro lado.
Soplo la estúpida fruta de fuego y las mariposas del humo vuelan entre las dos. Sus alas emborronan nuestros rostros.