En la residencia, el viejo vio el último dardo de luz del día aterrizar sobre el zapato de su vecino. Hasta en eso perdía.
Y mientras las enfermeras repartían las medicinas, el anciano trató de pensar contra quién se jugaba esa partida de la vida. A la mañana siguiente ganó, pero el aguijón del sol no lo despertó.
Y mientras las enfermeras repartían las medicinas, el anciano trató de pensar contra quién se jugaba esa partida de la vida. A la mañana siguiente ganó, pero el aguijón del sol no lo despertó.
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