En aquel país al poco de nacer tenías que elegir
hacia dónde mirar. Había quien miraba hacia abajo y sólo le preocupaba tropezarse
con las piedras del camino. Luego estaba quien optaba por mirar hacia arriba y rara
vez veía al de al lado. La inmensidad del cielo le hacía sentirse diminuto y
solitario. Y por último también, estaban quienes habían decidido mirar al
frente. A estos les costaba trabajo tener sueños o no tropezarse. Sin embargo,
viendo al resto dar tumbos, se sentían dueños de la razón. Yo, que podía mirar
en esas tres direcciones, supe de inmediato que todos llevaban razon. También,
que vivían instalados en verdades irreconciliables. Y entonces, emigré a otro
país.
Nota: Gracias a LP por ayudarme a publicar esto
No hay comentarios:
Publicar un comentario