jueves, 13 de junio de 2013

Diario de un emigrante (1 de 5)

Llevar tacones era señal de clase en aquel país y llevar zancos, sus hermanos mayores, el emblema superlativo de la distinción. Yo llegué a estas tierras en zapatos planos y nunca conseguí integrarme. Me descartaban de las entrevistas de trabajo. No daba la talla, decían. 
“Ni unos míseros centímetros de alzado”, se lamentaba una recruiter de dos metros y medio. Entonces comprendí que la gente como yo, de zapato plano, cómodo y funcional, no llegaba muy alto allí, y por tanto tampoco muy lejos. Y emigré a otro país.

Nota: Gracias a L.P. por ayudarme a publicar esto.

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